viernes, 27 de mayo de 2011

Cap 2!




HOLA MY GIRLZ!! EL CAP 2 DE ESTA NOVE!!!!!! 
ESPERO QUE LES GUSTE!!!!! 


Ness se fue despertando lentamente para encontrarse tendida sobre su espalda, fuera de su cubículo. Durante un segundo ella no pudo moverse en absoluto; entonces su cuerpo lentamente comenzó a funcionar otra vez.
Lo primero que vio fue el ceño preocupado de Ashley.
Lo segundo, fueron dos paramédicos sentados al lado de ella. Su jefe, con varios otros compañeros de trabajo, se mantenía a distancia a un lado frunciendo el ceño hacia ella. La cara de Lucas le dijo que el único pensamiento en su mente era cuanto trabajo administrativo él tendría que completar por esto.
—¿Qué pasó? —preguntó Ness.
—Te desmayaste —dijo Ashley. —Fue como si estuvieras congelada o algo.
Ness se cubrió la cara con sus manos mientras se llenaba de vergüenza. Era su suerte, tener el sueño más erótico de su vida, delante de media oficina.
¡Oh Dios, me quiero morir!
—¿Cómo se siente? —preguntó el paramédico a su derecha  mientras la ayudaba a sentarse.
—Me siento… — Su voz se desvaneció. Ella se sentía increíble, en realidad. Mejor de lo que alguna vez se hubiera sentido antes.
—¿Señora? —insistió el paramédico. —¿Está usted bien?
Ness cabeceó, intentando desesperadamente agarrarse a la imagen de Zac, pero se descoloró y la dejó sintiéndose extrañamente sola. —Estoy bien, en serio.
—No sé —dijo Ashley. —Ella ha estado actuando muy extraño últimamente. No ha estado durmiendo. Tal vez una corta estadía en un hospital donde ella pueda dormir...
—¡Ashley! —interrumpió Vanessa. —¿Qué intentas hacer?
—Conseguirte ayuda. Tal vez ellos tienen algo que puede hacerte dormir por la noche.
—No necesito dormir —dijo ella, asombrada ante la verdad de esas palabras. —Me siento completamente descansada.
El paramédico miró a Ashley. —Sus signos vitales son normales. Si ella dice que está bien, está bien —. Le dio a Ness un formulario de liberación. —Firme esto y está por su cuenta, pero si yo fuera usted, iría a mi doctor sólo para estar seguro.
Ashley le dirigió una mirada dudosa.
—Estoy bien, Ash —insistió Ness, firmando la liberación.
Aún así, Lucas le dijo que fuera a casa y se tomara el resto de la semana.
Completamente avergonzada, Ness no discutió mientras los paramédicos se iban. Ella simplemente juntó sus cosas, luego salió del edificio rumbo al aparcamiento.
Ash la siguió al coche. —Escucha, lo que yo iba a decir antes de que Lucas fuera por el café y tú golpearas el piso es que mi novio es un psicólogo que se especializa en desórdenes del sueño.
Nessa se paró ante su Escort verde. Extraño que Ash no hubiera mencionado eso antes, pero explicaba por qué ella había estado tan interesada en los sueños de Ness desde que todo había comenzado. —¿En serio?
—Sí. Su nombre es Rick Sword y le estuve hablando sobre ti. Él piensa que puede ayudar —. Ash le dio una crujiente tarjeta de visita gris oscura. —Realmente pienso que deberías hacerle una llamada.
Vane estudió la tarjeta. Al momento, ella nunca se había sentido mejor en su vida, pero tal vez debería llamarlo por si acaso las pesadillas volvían.
—Gracias —dijo Ness, entrando en su coche. —Quizás lo haga.
Ashley la miró desde afuera del coche y articuló la palabra, “Llámalo”.
Vane asintió, luego se dirigió a casa, pero mientras manejaba entre el tráfico del centro, no tuvo ganas de volver a su apartamento sola.
Honestamente, ella se sentía bastante extraña. Casi podía sentir la presencia de Zac. Juraba que todavía podía oler el masculino olor a sándalo que se había adherido a su piel, lo sentía a él en sus pensamientos.
—Fue sólo un sueño —dijo en voz alta.
De todos modos, había sido un sueño increíble. Tan verdadero. Tan vívido y erótico.
Tan increíblemente satisfactorio.
Ella paró en una luz roja y echó un vistazo hacia la tarjeta sobre el asiento de pasajeros. Antes de cambiar de idea, agarró su teléfono celular y llamó al Doctor Sword.
Su recepcionista inmediatamente la comunicó con él mientras ella se dirigía con su coche hacia la autopista.
—Señorita McDaniels —dijo él con impaciencia. —Ahley me ha hablando tanto sobre usted. Realmente me gustaría hablar con usted si tiene tiempo.
Algo la obligó para aceptar. —Bien, seguro. ¿Cuándo?
—¿Qué hace para el almuerzo?
Vanessa ser rió nerviosa. —Supongo que "encontrarme con usted” sería la respuesta correcta.
Su propia risa le contestó. —Le diré que. ¿Por qué no nos encontramos en público por primera vez? Encuentro que esto pone a la gente más a gusto. ¿Le gusta el Restaurante de Thompson en Five Points?
—Bien. ¿A qué hora?
—¿Qué le parece ahora mismo? Debería estar abierto durante el día.
—Suena como un plan. Estaré allí en aproximadamente media hora.
—Bueno. La estaré esperando.
Erin entró en la autopista y se dirigió hacia su cita.
Una vez que ella alcanzó la alameda, aparcó su coche fuera del pintoresco restaurante que se especializaba en música de jazz y comida Bohemia, y entró
Había sólo un puñado de gente en el oscuro interior, todos ocupando las mesas. Sólo entonces ella comprendió que había olvidado preguntarle al doctor su aspecto.
—¿Vanessa?
Ella se dio vuelta para ver a un hombre alto, distinguido al principio de los cuarenta años entrando por la puerta detrás de ella.
—¿Sí?
—Rick Sword —dijo él, extendiendo la mano hacia ella.
Ella extendió la suya. —Encantada de conocerlo.
—Sí —dijo él con una sonrisa agradable. —Sí, lo es.
Él consiguió una mesa al fondo del restaurante, y una vez que estuvieron sentados y hubieran ordenado, él escuchó mientras ella le explicaba sus pesadillas.
Vane se sintió un poco nerviosa al principio, pero como al explicarle él no apareció juzgarla, ella entró en más detalles.
—Y luego este tipo, Zac, estaba allí y él llamó al monstruo serpiente un Skotos —. Ella hizo una pausa mientras movía su  pajita alrededor de su Coca Cola. —Usted probablemente piense que estoy chiflada ahora.
—Que va —dijo él, sus ojos azules sinceros. —De verdad, la encuentro fascinante. ¿Dígame, usted alguna vez había oído del Skoti antes?
—No, nunca.
—Hmmm, interesante.
Ella frunció el ceño mientras él hacía unas anotaciones sobre la libreta que había llevado con él. —¿Por qué?
—Bien, ellos son parte de la historia. ¿Dígame, usted alguna vez tomó un curso sobre la antigua civilización griega o de mitología en la universidad?
—No, no realmente. Es decir, cubrimos el básico panteón griego en el instituto y tuve que leer la Odisea y Edipo en la universidad, pero eso fue todo.
—Hmmm —dijo como si él encontrara eso interesante, también.
—¿Por qué lo pregunta?
—Yo sólo me preguntaba cómo la idea del Skoti fue implantada en su subconsciente.
Había una nota peculiar de su voz que la hizo sumamente aprensiva. —¿Qué está usted diciendo, que ellos son verdaderos?
Él se rió. —Eso depende de si usted realmente cree en los antiguos dioses griegos. Por que ellos eran parte de esa cultura. Ellos eran, a falta de un mejor término, demonios de pesadilla. Ellos, se decía, se infiltraban en los sueños de la gente y entonces podían chupar las emociones y la creatividad. Esto los hacía fuertes, si lo prefiere.
—¿Como vampiros de energía?
—Algo así. De todos modos, la leyenda dice que ellos visitaban un alma unas veces durante su vida y seguían adelante. Es como los antiguos justificaban sus pesadillas. Supuestamente, cada tanto un Skotos se concentra sobre una víctima en particular y vuelve una y otra vez hasta que la persona se vuelve insana por las visitas.
—¿Insano cómo?
Él tomó un sorbo de su bebida. —La teoría científica detrás de la leyenda sería que las visitas, sin importar lo que realmente eran, interrumpen el patrón normal de sueño, haciendo que la víctima nunca descanse realmente o rejuvenezca durante la noche, causando así la coerción mental. Si esto siguiera mucho tiempo, conduciría a la inestabilidad mental.
Un temblor bajó por su columna. Esto sonaba un poco demasiado como lo que había estado pasándole. —Entonces, cómo puede alguien deshacerse de un Skotos?
—Según la leyenda, no se puede.
—¿Puedo luchar con ellos?
Él sacudió su cabeza. —No, pero los Griegos antiguos creían en el equilibrio perfecto. Como usted tiene el demonio Skotos, de la misma manera usted tiene un benévolo Oneroi luchando por usted.
—¿Oneroi?
—Se creía que eran los niños del dios del sueño Morfeo. Eran los campeones de la gente y de los dioses igualmente. Incapaces de sentir emociones, ellos pasan la eternidad protegiendo a la gente en su sueño. Siempre que un Skoti elija a un humano y comience a agotar demasiado a aquella persona, el Oneroientra y salva al humano de sus garras.
—Como hizo Zac.
—Eso parecería.
—¿Y los Skoti, de dónde vienen?
—Ellos eran los niños de Phobetor, el dios de las formas animales. Su nombre significa “espantoso”, de ahí su dominio sobre las pesadillas.
—¿Entonces los Skoti y los Oneroi están relacionados?
Él asintió.
—Fascinante —dijo ella, sopesando sus nuevos conocimientos mientras pensaba en sus sueños.
Vagamente recordó las amenazas que el Skoti había hecho contra Zac. ¿Era posible que de algún modo estos demonios realmente se hubieran infiltrado en su sueño? ¿Podían Zac y los demás ser reales?
Eso era absurdo y aún…
Su cara ardió. Si ellos eran verdaderos, entonces ella acababa de tener una relación de una noche con un perfecto extraño.
—Doctor Sword —preguntó ella seriamente, —¿usted cree que ellos existen?
Su mirada azul clara se fijó en ella. —Joven, he visto cosas en mi vida que haría a algunos encanecer antes de tiempo. Aprendí hace mucho tiempo a no descontar cualquier posibilidad. Pero personalmente, encuentro la idea de dioses griegos infiltrando mis sueños, sumamente inquietante.
Su cara enrojeció aún más. —Le aseguro, no lo encuentra la mitad de inquietante que lo hago yo.
Él sonrió.  —Supongo que no —. Él sacó un pequeño estuche de cuero de su cinturón y sacó una Palm Pilot. —Le diré que haremos. ¿Por qué no programamos una cita para la semana que viene para monitorear sus sueños? Podemos conectarla a una de nuestras máquinas, inducirla a un largo sueño, y controlar sus ondas cerebrales. Tal vez eso nos dé una idea científica sobre lo que está pasando.
Ella asintió agradecida. —Eso suena mucho mejor que dioses griegos y demonios corriendo sueltos en mis sueños...



jueves, 19 de mayo de 2011

Cap 1




HOLA MY GIRLZ!!! AKA EL PRIMER KAPII DE ESTA NUEVA NOVE!!!
Zac:Duerme tranquila.Yo como un Angel cuidare Tus sueños. Te Amo Mi Ness...

—Los hombres son el azote del universo. Digo que los alineemos a todos a lo largo de la carretera y luego les pasemos por encima con grandes camiones. —Ashley hizo una pausa mientras sus claros ojos azules se ensanchaban ante un nuevo pensamiento. — No, espera. ¡Apisonadoras! Sí, vamos a apisonarlos a todos hasta que no sean nada más que fangosas manchas mojadas sobre el camino.
Arqueando una ceja por el rencor, Vanessa Hudgens alzó la vista de su escritorio para ver a su compañera de trabajo Ashley Tisdale agarrar el borde de la pared tostada del compartimiento de Vanessa. Los grandes ojos de la morena destellaban frenéticos y Ashley tenía la mirada de una mujer a un paso del borde.
—¿Problemas con tu novio otra vez, eh, Ash?
—En realidad, es mi hermano menor quien me ha irritado, pero ya que tocaste el tema de mi novio, sigue mi consejo: Sé la viuda negra. Encuentra a un tipo, diviértete con él, entonces destrípalo por la mañana antes de que él pueda jactarse de ello con sus amigos.
—Bien —dijo Ness estirando la palabra. —Creo que alguien necesita un descanso.
—Alguien necesita dos meses de vacaciones en Bahamas sin su novio al lado —. Los ojos de Ash se animaron. —Oooh, hey, un campamento sexual. Sí. Eso es. ¡Tenemos que comenzar un campamento sexual dónde las mujeres puedan decir a sus mariditos que están yendo a una clínica de adelgazamiento y en vez de una dieta de campamento militar con dietistas nazis, ellas van a la playa y tienen hombres calientes para tratarlas como diosas!
Ness se rió.
—No, en serio. Nosotras seríamos ricas.
Ness se rió con más ganas. —Tu mejor vuelves a trabajar antes de que Lord-Rey- del-Mal-Humor te pesque aquí otra vez.
—Sí, lo sé. Ves, eso prueba mi punto. Habría que disparar a todos los hombres.
Nessa todavía se reía mientras Ashley volvía a su escritorio. Dos segundos más tarde, Ash estaba de vuelta, atisbando por encima de la pared del compartimiento otra vez. —Hey, ¿todavía tienes esas pesadillas?
El humor de Ness se desvaneció mientras recordaba la pesadilla horrenda que había tenido la noche pasada, donde ella había estado arrinconada en una cueva oscura por una fuerza no vista que parecía querer alimentarse de su terror. Durante las tres últimas semanas apenas había pegado un ojo. Su agotamiento era tal que hasta estaba teniendo mareos.
—Sí —dijo Ness.
—¿La medicina, que te dio el doctor, ayuda?
—No. En realidad, creo que hizo peores los sueños.
—Oh, vaya, lo siento.
Ness también. Ella había esperado al menos poder dormir bien una noche. Pero no parecía posible.
La puerta de su jefe se abrió.
Ash esquivó a su rotundo, militante jefe cuando dejaba su oficina con enfado y se dirigía hacia la cafetera con su taza extra grande de café en la mano. Oh, sí, como si el hombre necesitara más cafeína para sumar a su irritabilidad nerviosa.
Ness suspiró mientras Lucas llenaba su taza a rebosar y sus pensamientos volvieron a sus pesadillas.
Francamente, ella no sabía que más hacer con ellas. Eran tan extrañas, y cada noche los sueños parecían empeorar. Al paso que iba, calculaba que estaría loca de atar hacia finales de mes.
Frotándose los ojos, centró su atención en la pantalla de su ordenador. Tenía que terminar su informe de mercadeo para el viernes, pero todo lo que realmente quería hacer, era dormir.
En el fondo de su mente seguía viendo que un enorme, gruñón monstruo venía por ella. Lo oía decir su nombre mientras estiraba su mano como garra tratando de reclamarla. Como en cualquier mala película de horror, las escenas siguieron atormentándola, susurrando en sus pensamientos en cualquier momento que se descuidara.
Sacudiendo su cabeza, disipó las imágenes y se concentró en la pantalla del ordenador. Pero mientras leía, Ness sintió sus párpados volverse pesados otra vez. Ella parpadeó rápido y ensanchó sus ojos en un esfuerzo por mantenerse despierta.
Informe de mercadeo, informe de mercadeo…
¡Oh sí, este sí que era un buen modo de mantenerse despierta! ¿Por qué no tomarse un par de somníferos y beberse un vaso de leche caliente ya que estaba?
Lo que ella necesitaba era más cafeína, y ya que no podía soportar el café, tendría que ir a la máquina de Coca Cola. Tal vez el paseo por el pasillo ayudaría reanimarla, también.
Deslizó su silla hacia atrás y abrió el cajón del escritorio para hacerse de cambio, luego se levantó.
En cuanto ella estuvo derecha, un zumbido extraño comenzó en su cabeza. El mundo se inclinó.
Y en un latido del corazón todo se volvió negro y su cuerpo se congeló…
Ness se sintió cayendo en un agujero profundo, oscuro. Todo a su alrededor, vientos rugiendo y aullando en sus oídos, sonando como una enorme, espantosa  bestia tratando de hacerla trizas.
Ellos tenían hambre. Estaban desesperados, y la querían a ella.
Ellos susurraban su nombre con alientos de fuego. Diciéndole que esperaban sólo por ella.
¡No otra vez! No podía soportar más esta pesadilla horrible.
¡Despiértate, despiértate!
Pero ella no podía.
Ness tendió la mano para agarrarse de algo en la oscuridad para evitar la caída. No había nada a que agarrarse. Nada para salvarse.
—¡Auxilio! —gritó, sabiendo que era en vano, pero necesitando intentarlo.
De todos modos, cayó.
Ella no dejó de caer hasta que alcanzó la caverna que conocía demasiado bien. Oscura y húmeda, olía a podredumbre y descomposición. Oyó siseos y gritos, la agonía absoluta de almas atormentadas.
¡Escapa!
Su corazón aporreaba mientras ella tropezaba en la oscuridad, sobre el piso áspero que parecía agarrar sus pies con dedos rocosos mientras intentaba encontrar una salida. Luchó para ver, pero la opresiva oscuridad no la dejaba. Solo sintió como si agujas diminutas apuñalaran sus ojos.
Extendió sus manos y tocó una pared fangosa que se deslizaba y se movía bajo sus dedos. Repugnante como era, al menos le dio algún apoyo, algo tangible que podía conducirla a su casa.
Y ella tenía que encontrar un camino a casa. La asustada voz en su cabeza le decía que si ella no salía de esto ahora, nunca sería capaz de escaparse.
Aterrorizada, vio una débil luz parpadear más adelante. Corrió hacia ella tan rápido como sus piernas la llevaron.
La luz. Eso la salvaría. Estaba segura de ello.
Entró corriendo en una cueva grande donde la luz brillaba sobre las veteadas y rotas paredes que rezumaban una especie de lodo gelatinoso. El olor a azufre quemó su nariz y los gritos sonaron más fuerte.
Ness patinó al detenerse. Si ella había estado aterrorizada antes, no era nada comparado a lo que sintió ahora.
El dragón, igual a un monstruo, con destellante sangre, escamas rojas y alas color azabache, se levantó delante de ella, gruñendo. Sus largos dientes chasqueando mientras la miraba hambrientamente.
Él se acercó a ella, calmándola con sus misteriosos ojos azul plata. Ojos que parecían ver más que su físico en sí. Era como si ellos lo vieran todo en su mente, en su alma.
Y ella sabía que la bestia la quería. Que él deseaba poseerla con afiebrada locura.
Oh Dios, eso era. La bestia estaba aquí para tomarla. Consumirla.
No había escape.
Ness tropezó alejándose, hacia la entrada. Ella no iría simplemente a acostarse y morir. Eso no estaba en ella. Ella era una luchadora. Y lucharía hasta que el último aliento abandonara su cuerpo.
Dándose vuelta, corrió a la entrada, pero antes de que pudiera escaparse, ésta se cerró, encerándola.
—No me dejarás tan pronto, Vanessa —ceceó el dragón escamoso, sus garras raspando el piso mientras se acercaba. —Necesito la luz dentro de ti. Tus pensamientos. Tus sentimientos. Tu bondad. Ven a mí y déjame sentir que tu calor me baña.
Él se lanzó por ella.
Ness cerró sus ojos e imaginó una espada en sus manos para luchar contra él.
Ella consiguió una rama de árbol. No era lo que hubiera elegido, pero era mejor que nada. La balanceó hacia él, pegándole con fuerza a través de la cara.
Riendo, él sacudió su cabeza escamosa como si no hubiera sentido el golpe en absoluto. —Qué espíritu. Qué inteligencia e ingenio. Y te preguntas por qué te quiero así. Muéstrame más, Vanessa. Muéstrame con lo que puedes seguir.
Ella lo obligó a distanciarse mientras blandía su rama de árbol. Era un arma estúpida, pero era todo lo que tenía de momento.
Como si comenzara a aburrirse, el dragón arrancó la rama de sus manos. —Quiero tu mente, Vane. Quiero sentir tu miedo de mí.
Él se movió aún más cerca.
Antes de que la bestia pudiera alcanzarla, una luz brillante apareció entre ellos, irritando sus ojos aún más. Creció en intensidad hasta que pareció más brillante que el sol. Cuando finalmente se desvaneció, reveló otro monstruo.
Ness tragó con terror. ¿Por qué no podía controlar este sueño? Desde que había sido una niña, ella había sido capaz de salirse de los malos sueños. Pero por alguna razón, no tenía ningún control en estas pesadillas.
Era como si alguien más que ella los dirigiera. Como si ella no fuera nada más que un títere cuyas cuerdas eran tiradas por el monstruo.
El monstruo más nuevo apareció en la forma de una serpiente gigantesca. Sólo que en lugar de una cabeza, tenía la parte superior del cuerpo de una mujer. Su verde tez escamosa lucía pedregosa y sus ojos azulados resplandecían.
La mujer-serpiente se deslizó hacia ella, sonriendo con una sonrisa dientuda mientras arrastraba su misteriosa mirada fija sobre el cuerpo de Ness. —Qué pequeño bocado sabroso es ella.
—¡Ella es mía! —rugió el dragón. —No la compartiré.
La mujer-serpiente lamió sus labios mientras su larga cola se deslizaba a través del piso. —Ella es bastante fuerte para nosotros dos —. Entonces se volvió hacia el dragón, su cara una horrible máscara de rabia. —Además, yo la vi primero y bien lo sabes. Tú la has encontrado por mí y no te dejaré tenerla.
El dragón atacó a la serpiente.
Aterrorizada más allá de lo posible, Ness aprovechó el combate para recoger una roca y golpear en la apertura de la cueva. —Déjame salir —exigió ella entre dientes apretados.
Cerró sus ojos e intentó imaginarse la pared abriéndose y a ella atravesarla corriendo.
No consiguió nada. No antes que la cola del dragón azotara por todos lados, intentando golpear a la serpiente. La serpiente la esquivó, como Erin, y con un choque resonante, la cola astilló la pared.
Temblando, Ness salió corriendo hacia la oscuridad otra vez. Los chillones aullidos se intensificaron.
—¡Por favor —pidió ella en voz alta, —por favor despiértate! Vamos, Vanessa, tu puedes hacerlo —. Ella se pellizcó y se pegó con la mano su cara mientras corría, e hizo todo lo que pudo pensar hacerse para salir de esta pesadilla.
Nada funcionó. Era como si los monstruos no la dejaran ir.
Ella rodeó una esquina y se encontró deslizándose por una pequeña cuesta. El fondo era un hoyo hirviente donde la mujer-serpiente esperaba. El calor del hoyo quemó a Ness mientras lava rojo-dorada se filtraba.
La serpiente se elevó delante de ella, sonriendo. Aquellos demoníacos ojos con sus pupilas de forma diamantada la miraron misteriosamente. —Eso es, pequeña presa. Ven a mí. Este es mi turno para alimentarme de ti.
Ness se dio vuelta para correr otra vez, pero sus pies estaban fijos a la tierra. No se movían en absoluto.
La serpiente se acercó más.
Más cerca.
Tan cerca que Ness podía sentir el rápido movimiento de la lengua de la serpiente. Oler la baba grasienta de su cuerpo y oír como sus escamas raspaban el piso de roca al arrastrarse.
Indefensa, Ness cerró sus ojos y llamó con su mente por ayuda. Ella intentó convocar a un protector. Trató de imaginarse a un campeón que vendría a derrotar a sus monstruos.
Justo cuando la serpiente la alcanzó, la caverna se sacudió.
La serpiente se retiró un instante antes de que un hombre apareciera entre Erin y la bestia.
Y él no era sólo otro hombre. Vestido con un traje de negra armadura, él tenía unos  hombros increíblemente amplios y corto pelo rubio. Erin no podía ver su cara, pero podía sentir el poder de su presencia. Sentir la esencia del guerrero en él mientras se disponía a luchar contra el demonio.
La serpiente chilló por el ultraje. —Retírate, Zac. ¡O te mataré por tu estupidez!
El convocado campeón de Erin se rió a carcajadas de la cólera de la mujer-serpiente. —Yo perecería por tu aliento mucho antes de que mi estupidez me matara, Ana.
Gritando por el ultraje, la mujer-serpiente aumentó diez veces su tamaño. Sus quijadas monumentales chocaron y ella siseó mientras las paredes de la caverna alrededor de ellos se sacudían aún más fuerte que antes. Fuertes estrépitos sonaron mientras pedazos de piedra se separaban de la caverna y se volvían hombres de piedra.
El salvador de Ness la rodeó, y ella retuvo su aliento al ver su cara. Más hermoso que lo imaginable, él tenía ojos que eran tan claros y azules, que parecían brillar. Una greña de pelo dorado cayó sobre su frente y contrastó nítidamente contra su oscura piel.
Antes de que ella pudiera moverse, él envolvió su delgado y musculoso cuerpo alrededor del suyo como una capa protectora, escudándola mientras los monstruos atacaban en masa.
Ness podía sentir los golpes que recibía ya que vibraban entre su cuerpo y el suyo. Ella no sabía como él soportaba el dolor. Cómo él la mantenía sujeta.
Todo lo que ella supo fue que estaba agradecida por eso. Agradecida por el poder y la fuerza de su presencia. Agradecida que él la acunara tan gentilmente y que ella no estaba más sola para enfrentar su pesadilla.
El caliente, especiado olor de su piel la calmó. Instintivamente ella envolvió sus brazos alrededor de su delgada cintura armada y se apretó contra él, con miedo de dejarlo ir. —Gracias —ella respiró, temblando. —Gracias por venir.
Ella vio la confusión en su mirada fija mientras él le fruncía el ceño. Entonces su cara se endureció, sus ojos se volvieron helados.
—Te tengo, akribos —susurró él tranquilamente, y aún así su profunda, acentuada voz rodó sobre sus sentidos como una poderosa marejada. Calmándola,entibiándola. —No dejaré que la serpiente Skotos te tenga.
Ella creyó eso, hasta que uno de los monstruos nuevos la agarrara de la cintura con un tentáculo de piedra. Ella gritó mientras eso la arrancaba del abrazo de su salvador.
El caballero rubio creó una espada del aire y los persiguió por la oscura caverna. Ella miró mientras él esquivaba los otros monstruos de piedra, mientras literalmente paraba las paredes mismas para llegar a ella. Él brincó sobre la cosa que la llevaba, aterrizando delante ellos y cortando la fuga del monstruo.
La criatura le dio en la cintura con una fuerte patada y lo envió golpeando alto en la pared.
Zac no pareció sentir el dolor en absoluto mientras se deslizaba por la pared hacia el piso. Más monstruos pulularon sobre él, pero los venció. Su cara era una máscara de determinación hasta que estuvo de pie fuerte y victorioso sobre sus cuerpos rotos.
Él estrechó sus ojos sobre la cosa que la sostenía, luego extendió su mano, y un brillo rojo acabó al monstruo, astillándolo.
El caballero agarró a Ness entonces, sacándola en sus brazos y corrió con ella por la oscuridad.
Ness envolvió sus brazos alrededor de su cuello y se agarró de él como si su vida dependiera de eso. Ella todavía podía escuchar a la serpiente llamándolo.
—La tendré, Zac. ¡Los tendré a los dos!
—No escuches —dijo Zac —Cierra tus ojos. Piensa en algo calmante. Piensa en un recuerdo feliz.
Ella lo hizo y, cosa extraña, la cosa más consoladora que ella pudo imaginar fue el sonido de su corazón palpitando bajo su mejilla. El profundo acento de su voz.
—¡Zac! —la voz de la mujer-serpiente resonaba en la caverna. —Devuélvemela o haré que desees nunca haber nacido.
Él se rió amargamente. —¿Cuándo alguna vez he deseado otra cosa? —masculló por lo bajo.
De pronto la pared ante ellos explotó abriéndose, derramando más monstruos en su camino.
—Entréganosla, Zac —exigió un gran hombre lagarto gris. —O nosotros te veremos pagar con la carne de tu trasero.
Todavía sosteniéndola cerca, Zac giró para escapar pero no pudo.
Ellos estaban rodeados.
—Dánosla —graznó un dragón viejo, extendiendo sus garras. —Ella puede alimentarnos a todos.
Ness contuvo su aliento al ver la indecisión en los ojos de su caballero oscuro.
Dios Querido, él iba a entregarla.
Con su corazón palpitando, ella tocó su cara, arrastrando sus dedos contra su dura, esculpida mandíbula. Ness no quería que los monstruos la tuvieran, pero dentro ella entendía su renuencia para seguir ayudándola. Él no la conocía en absoluto. No había ninguna razón para que él se pusiera en peligro.
Él no es real.
Es un sueño.
Las palabras susurraron en su mente. Pero como en tantos sueños, se sentía tan real. Él se sentía real.
Y ella tenía un deseo poco natural de protegerlo.
—Está bien —suspiró ella. —No quiero que resultes herido. Puedo luchar con ellos por mí misma.
Sus palabras parecieron confundirlo y sorprenderlo.
Los monstruos se movieron.
—Libérala o muere, Zac —silbó el hombre lagarto.
Ness sintió el delicado toque del caballero mientras sus dedos rozaban el lado de su cuello, enviando escalofríos por todo su cuerpo.
La mirada en sus ojos era necesitada y atormentada.
—Ellos no te tendrán. —le susurró —Te llevaré a algún lugar donde ellos no puedan alcanzarte —. Él inclinó su cabeza y capturó sus labios.
La excitada pasión de su beso robó su aliento.
Los monstruos del sueño se desvanecieron en nubes vaporosas hasta que no quedó nada.
Ni la cueva, ni los gritos.
Nada.
Nada excepto ellos dos y la necesidad repentina que ella tenía dentro suyo de probar más de él.
Cerrando sus ojos, Ness inhaló el olor caliente, masculino en la piel de Zac. Él violó su boca con pasión mientras su lengua arrasaba la suya y sus dientes mordían gentilmente sus labios.
Ahora, esto, era un sueño.
Él era un sueño.
Un perfecto, dichoso momento que valía la pena saborear.
Lo oyó gruñir como una bestia salvaje mientras arrastraba sus labios por su mandíbula y los enterraba contra su garganta. Lamiendo. Tentando. Incitando su deseo.
Cada terminal nerviosa en su cuerpo se encendía a su toque. Ella ardía por él. Sus senos se hincharon, queriendo sentir los golpes de su lengua sobre sus tensos picos mientras sus manos la sostenían. Su centro palpitaba con dolor, exigente de necesidad.
Él levantó su cabeza para mirarla fijamente y entonces el resto de la escena se completó. Los dos estaban afuera sobre un brillante montículo, iluminado por la luna.
La paz del momento la consoló. Olió el pino húmedo alrededor de ellos, escuchó el sonido burbujeante de una cascada cercana.
La ropa se desvaneció de sus cuerpos al mismo tiempo que él la posaba sobre la tierra, que, de una manera extraña, no era dura. El musgo bajo ella era más suave que una nube, y contrastaba notablemente con los duros músculos masculinos que la aprisionaban.
Le gustaba mucho este sueño, era mucho mejor.
—Eres magnífico —susurró ella, mirando fijamente el suave y brillante largo pelo negro que caía alrededor de su cara. Su cuerpo era delgado, meticulosamente definido, e impecable. Nunca había visto un hombre tan bien parecido.
Ella se estiró y trazó el arco agudo de sus cejas oscuras sobre los ojos azul plata. El color de ellos era tan intenso, que le quitó el aliento.
Entonces ella pasó sus dedos por la barba incipiente de sus mejillas hasta su dura mandíbula esculpida. Ella le estaba tan agradecida. Tan feliz de tenerlo sosteniéndola después del terror que le habían hecho pasar los monstruos.
Por primera vez en semanas, se sintió a salvo. Protegida.
Y se lo debía todo a él.
Zac capturó su mano con la suya y estudió sus dedos como si nunca hubiera visto nada como ellos. Había una luz tan tierna en su mirada fija que ella no podía entender qué la causaba.
Gimiendo tan profundamente en su garganta que vibró a través de ella, él llevó la mano de Ness a su boca y recorrió con su lengua las líneas de la palma. Su lengua acarició su carne con caricias parecidas a una pluma mientras sus dientes con cuidado mordían sus dedos y palma. Con sus ojos cerrados, él pareció saborear la esencia misma de su piel, su toque. Su gusto.
Ness tembló ante la mirada caliente sobre su rostro mientras él la besaba otra vez. Sus manos vagaron por su cuerpo, acariciando y hurgando, buscando cada parte de ella, alimentando su fuego interior hasta que ella temió que esto pudiera consumirla completamente.
Él deslizó su boca de sus labios, bajando a su cuerpo y a su pecho. Ness siseó de placer. Su mano gentilmente se ahuecó sobre su pecho, levantando su cima para que él pudiera tomarse su tiempo probándola, haciéndola rodar sobre su lengua mientras gruñía otra vez. Ella nunca había visto antes que un hombre obtuviera tal placer de simplemente probar a una mujer.
Zac era el cielo. Cielo puro y simple. El amante perfecto, atento. Era como si él pudiera leer su mente y saber exactamente dónde y cómo quería ella ser tocada.
Su erección presionaba contra su cadera mientras su mano buscaba el fuego entre sus piernas. Separando más sus piernas para él, Ness arrastró sus manos sobre los músculos de su espalda, músculos que se ondulaban y flexionaban con cada exquisito y sensual movimiento que él hacía.
Ella enterró sus labios contra su garganta, probando la sal de su piel. Escalofríos se  propagaron por su cuerpo, haciéndola sonreír al saber que ella le regresaba el placer.
Nunca antes en sus sueños había ella estado a gusto con un hombre. Esto era la primera vez que había hecho el amor sin preocuparse si su amante encontrara defectos en su cuerpo. Si de alguna manera no fuera lo bastante buena para él.
Su amante del sueño la hacía sentir especial. La hacía sentir femenina y atractiva. Ardiente. Deseable.
Ella contuvo su aliento mientras él deslizaba sus dedos por sus húmedos rizos en la coyuntura de sus muslos, separando los pliegues sensibles de su cuerpo hasta que él pudo deslizar sus largos, delgados dedos profundamente dentro de ella. Un fuego ardiente estalló en su interior.
Gimiendo por la exquisitez de su toque, ella pasó sus manos por su pelo de seda y lo mantuvo cerca.
Él acarició y tentó su cuerpo con sus dedos mientras su boca hacía magia sobre sus pechos. El poder de su toque, el tacto de esos duros, definidos músculos que hacían presión sobre ella…
Esto era más que lo que ella podía soportar.
Dejando caer su cabeza hacia atrás, ella gritó mientras chorros de éxtasis la atravesaban. De todos modos él siguió dándole placer. No redujo la velocidad hasta que el último estremecimiento profundo se hubiera escurrido de ella.
Sin aliento y débil, ella lo quiso complacer del modo en que él la había complacido. Ella deseaba mirar dentro de sus ojos y verlo culminar, también.
Haciéndolo rodar sobre su espalda, Ness corrió sus manos sobre los perfectos músculos broceados de sus hombros, su pecho, su abdomen y caderas y arrastró despacio sus dedos por los rizos oscuros entre sus piernas. Zac retuvo su aliento bruscamente entre sus dientes mientras ella arrastraba sus labios sobre los duros músculos de su pecho bajando a su abdomen duro como una piedra.
Y mientras ella lamía su oscura carne, tomó su rígido pene en su mano. Zac se estremeció en sus brazos. El placer en su rostro la emocionó mientras él lentamente se mecía contra su palma.
Ella lo envainó con sus manos, deleitándose con la aterciopelada sensación de él palpitando entre sus palmas. Él arrastró sus dedos por su pelo. Los músculos en su mandíbula se tensaron al mirarla a los ojos mientras ella tiernamente chupaba su cuerpo.
—Adoro tus manos sobre mí —dijo él, su voz profunda y desigual. —Adoro el modo en que hueles. La forma que te siento.
Él tomó su barbilla en su mano y la miró fijamente, con una mirada que le dijo que él la quería inclusive más que el dragón. Era primitivo y caliente, y le robó el aliento.
En ese momento, ella supo que él iba a tomarla. Tomarla en un modo en que ella nunca había sido tomada antes.
Enterrando sus manos en su pelo, ella no pudo esperar. Ella quería que él la poseyera.
Con sus ojos relampagueando y salvajes, él gruñó antes de tomar sus labios con los suyos. La besó tan apasionadamente que ella se corrió otra vez mientras él rodaba con ella en sus brazos y le presionaba la espalda una vez más contra el musgo parecido a una nube.
Él subió su rodilla entre sus muslos, y separó  sus piernas mientras colocaba su cuerpo sobre el suyo. Ella tembló con anticipación.
—Sí, Zac —suspiró ella, arqueando sus caderas invitándolo. —Por favor lléname.
Con ojos salvajes y posesivos, él se introdujo en ella.
Ness gimió ante su dureza dentro de ella. Ella nunca había sentido nada mejor que toda su fuerza y el poder que la rodeaba, llenándola totalmente. Cuando él se movió contra ella, temió desmayarse por la dicha que sentía.
Él la tocó de formas como ningún hombre la había tocado antes. Como si él realmente la atesorara. Como si ella fuera la única mujer que existía para él.
Sus movimientos fueron indomables cuando él empujó en ella. Lento. Profundo. Con fuerza.
Ella envolvió sus piernas alrededor de él, deslizándolas arriba y abajo para sentir el vello de sus piernas acariciándola.
Él bajó su cabeza y capturó su seno en su boca, torturándolo despiadadamente mientras la acariciaba con su cuerpo. Ella gimió profundamente en su garganta, acercando su cabeza a ella.
Entonces, él se reinclinó en sus piernas para poder mirarla. Ness tragó ante la vista de él encima de ella mientras miraba sus misteriosos ojos azul como el mar. Él sostuvo sus piernas en sus manos mientras seguía impulsándose aún más profundo en ella.
Sus sublimes golpes eran primitivos, calientes y tentadores. Y ella los sentía en todo su cuerpo, derramando un placer tan intenso que le recorría su espalda y bajaba hasta los dedos del pie.
Zac lamió sus labios mientras la miraba mirarlo. Ness no podía moverse. Sus ojos la mantenían paralizada. Todo lo que ella podía hacer era mirarlo fijamente. Sentirlo, profundo y duro dentro de ella.
Ella vio su placer reflejado en sus ojos, lo vio saborearla. Y cuando él miró abajo, adonde ellos estaban unidos, ella tembló.
—Eres mía, Ness —dijo él entre dientes apretados, empujándose aún más duro y más profundo en ella para acentuar las palabras.
Él la tomó en sus brazos y la acunó en su pecho como si ella fuera indeciblemente preciosa.
Ness se adhirió a él mientras sentía su placer crecer aún más. En chispas candentes ella se corrió otra vez en sus brazos. Él enterró su cara en el ángulo de su cuello y gritó mientras se unía a ella.
Ella yació perfectamente quieta mientras él se estremecía alrededor y en ella. Con su respiración pesada, él no se movió durante varios minutos.
Retirándose, él la miró. —Estoy contigo,akribos, —susurró él. —Siempre estaré contigo.
Una extraña ola de pesadez cayó sobre ella. Ella cerró sus ojos. Aún así, todavía podía sentir y entender qué estaba pasando
Zac la acurrucó sobre su pecho mientras él yacía sobre su espalda. Ella podía sentir sus manos deslizándose sobre ella mientras inhalaba el cálido, masculino olor de su piel.
Incluso dormida, ella lo sintió cerca y supo que él la cuidaba, protegiéndola de los demás. Y por primera vez en semanas, ella descansó en total paz y comodidad.
—Duerme, Ness —dijo él dijo silenciosamente. —El Skoti no puede alcanzarte aquí. No los dejaré.
Ness rió en su sueño. Pero mientras la oscuridad venía por ella otra vez, una voz extraña sonó en su cabeza.
¿Ahora quien representa la mayor amenaza, Vanessa? ¿Ana o Zac?