lunes, 28 de enero de 2013

Final

Estaba en primera fila, a punto de oír cómo el hombre que amaba anunciaba sus planes para un complejo que sería posible gracias a su propia estupidez.

Con un suspiro se dejó caer en una de las sillas, flanqueada a ambos lados por Mamaw y Silas.

Varias personas se pararon a saludar a Silas e incluso la miraron con simpatía.

Al menos nadie la estaba gritando por permitir que el forastero construyera. Todavía no.

Rupert apareció poco después con una inusual sonrisa en los labios. No era su sonrisa de político, era una sonrisa sincera, encantada. Parecía casi extasiado.

Alzó las manos para pedir silencio y frunció el ceño cuando no surtió efecto. A continuación se aclaró la garganta y puso más cara de enfado.

Al final, Silas se puso en pie y gritó:

—Silencio todo el mundo. El alcalde solicita vuestra atención.

Todo el mundo quedó en silencio y Rupert le dirigió a Silas una mirada de contrariedad.

—Tenemos hoy aquí a Zachary Efron —se volvió hacia el auditorio y sonrió—, de Tricorp Investment Opportunities, que nos va a hablar de la propiedad que recientemente ha adquirido en la isla. Por favor, prestémosle toda nuestra atención.

Zac subió al estrado y Vanessa quedó espantada ante su apariencia. En primer lugar, iba vestido con vaqueros y una camiseta. Parecía cansado y desastrado. Llevaba los cabellos revueltos y no daba la sensación de haberse afeitado aquella mañana.

Se aclaró la garganta y echó un vistazo a la congregación antes de posar los ojos en ella.

Parecía… nervioso. Algo imposible en semejante hombre de negocios.

—Vine a esta isla con un único propósito: comprar la propiedad que Vanessa Hudgens había puesto en venta.

Varios insultos murmurados recorrieron la sala, pero Zac continuó imperturbable.

—Al hacerse evidente que ella ponía una serie de condiciones para vender la tierra, opté por seducirla. Básicamente, estaba dispuesto a cualquier cosa para convencerla de que cumpliría su voluntad, sin tener que ponerlo por escrito.

Mamaw tuvo que sujetar a su nieta para que no saltara de la silla.

—Siéntate. Debes escucharle. Déjale terminar. Zac alzó las manos para acallar los airados murmullos de la gente antes de posar su mirada en Vanessa quien, lentamente, se acomodó de nuevo en la silla.

—No me siento orgulloso de lo que hice, pero así era yo antes. Me marché sin intención de regresar hasta el inicio de las obras. Pero mi avión se estrelló y perdí la memoria del tiempo que había pasado aquí. Agradezco a ese accidente haber cambiado mi vida.

En la sala se hizo un silencio sepulcral.

—Regresé con Vanessa para intentar recuperar la memoria. Pero lo que hice fue enamorarme de la isla, y de Vanessa. Y en esta ocasión de verdad. Ella insistía en que yo no tenía por qué seguir siendo la persona que había sido, que podía cambiar y ser la persona que quisiera ser. Y tenía razón. Ya no quiero ser la persona que era. Quiero ser alguien de quien poder sentirme orgulloso, alguien de quien ella pueda sentirse orgullosa. Quiero ser el hombre al que Vanessa Hudgens ama.

Los ojos de Vanessa se inundaron de lágrimas y Mamaw le apretó la mano.

—He decidido devolverle a Vanessa sus tierras para que haga con ellas lo que le plazca. Lo único que yo quiero es a ella. Y a nuestro hijo.

Dejó de hablar con evidentes muestras de estar haciendo un esfuerzo por conservar la compostura. Sus dedos se aferraron al borde del atril, pero se notaba que temblaban.

A continuación bajó hasta la primera fila, deteniéndose justo frente a ella y, apoyando una rodilla en el suelo, le tomó una mano, estirándole los dedos, que entrelazó con los suyos.

—Te amo, Vanessa. Perdóname. Cásate conmigo. Conviérteme en un hombre mejor de lo que era. Pasaré el resto de mi vida siendo ese hombre para ti y nuestros hijos.

Un sollozo escapó de la garganta de Vanessa en el instante mismo en que se lanzaba en brazos de Rafael enterrando el rostro en su cuello y llorando desconsoladamente.

Él la abrazó con fuerza y se estremeció, a punto de desmoronarse también.

Le besó la oreja, la sien, la frente, la cabeza. Y luego se apartó, tomándole el rostro entre las manos y cubriéndolo de besos.

A su alrededor se oyeron suspiros y exclamaciones, incluso un amago de aplauso, pero Bryony sólo era consciente de aquello que más necesitaba en el mundo: Zac.

—Contéstame por favor, nena —murmuró él—. No me tortures más. Dime que no te he perdido para siempre. Puedo ser el hombre que quieres que sea. Dame una oportunidad.

—Ya eres el hombre que quiero que seas —ella lo besó y le acarició el rostro—. Te amo, Zac y sí. Sí me casaré contigo.

—¡Ha dicho que sí! —él se puso en pie de un salto y la levantó en vilo.

Todo el mundo estalló en vítores. Mamaw hipó indecorosamente y, cuando Silas le entregó un pañuelo, se sonó la nariz ruidosamente antes de volver a hipar.

Lentamente, Zac depositó a Vanessa en el suelo, pero sin dejar de abrazarla.

—Lo siento, Nessa. Siento haberte mentido y haberte hecho daño. Si pudiera volver atrás y cambiarlo todo…

—Me alegra que no puedas hacerlo —contestó ella—. Al oírte hablar hace un rato me di cuenta de que, si las cosas no hubieran sucedido tal y como ocurrió, tú no estarías aquí ahora. Y lo importante es que me amas aquí, ahora. Y mañana.

—Te amaré siempre —le aseguró él.

Vanessa miró a su alrededor mientras la gente empezaba a abandonar el salón de reuniones. Mamaw y Silas se habían marchado discretamente, dejándolos solos.

—¿Qué vamos a hacer, Zac? ¿Qué vas a hacer? Fui a Nueva York para decirte que podías seguir adelante con la construcción del hotel. ¿Qué pasará si no lo haces?

—Ryan, Devon y Cam me apoyan —Zac suspiró—. Y tú me apoyas. No necesito más. Supongo que buscarán otro lugar para construir. En realidad no me importa. Les dije que no te iba a perder, ni a mi hijo, por dinero. Vosotros sois lo más importante para mí.

—Después del espectáculo que acabas de ofrecer, te creo —bromeó ella.

—Estoy cansado —admitió él—. Y tú también. ¿Por qué no volvemos a tu casa, nos metemos en la cama y dormimos? Sólo puedo pensar en tenerte nuevamente en mis brazos.

Ella lo abrazó con fuerza y cerró los ojos antes de sonreírle, sintiendo cómo desaparecía el peso y el dolor. Por primera vez en días, el grueso manto de la tristeza se disipó y le dejó una sensación de ligereza y gloriosa felicidad.

Le tomó una mano y tiró de él, conduciéndolo por el pasillo hasta la puerta de la calle. Al salir recibieron un baño de sol que borró toda la oscuridad.

Levantó la vista y se encontró con la escrutadora mirada de Zac. Su rostro reflejaba el amor que sentía por ella, brillando en sus ojos más que el mismísimo sol.

Era una mirada de la que jamás se cansaría, ni en un millón de años.

—Vamos a casa.

FIN