Capitulo 28

—Ya ha pasado una semana —exclamó Zac frustrado—. Y se niega a hablar conmigo.

Aunque reniegue del hombre que fui, él no habría tenido reparos en forzar la situación.

Zac estaba sentado en la terraza de Laura, tomando una cerveza con Silas.

—Tienes aguante, hijo —el sheriff rio—. No puedo negarlo. La mayoría de los hombres ya se habría marchado a estas alturas. Aún no me puedo creer que consiguieras convencer a Laura de que no te asesinara y hasta ponerla de tu parte.

Vanessa se había refugiado en su casa sin salir más que para dar paseos por la playa. La única vez que Zac la había interceptado en un paseo, se había escabullido y él había decidido no molestarla más.

—No me voy a marchar —aseguró Zac—. No me importa cuánto tiempo haga falta. La amo, y creo que ella aún me ama, pero está dolida. Fui un auténtico bastardo. No me la merezco.

Siempre me decía que no tenía por qué ser el mismo hombre. Pues, maldita sea, he decidido ser otro y quiero que ella lo vea.

—Por aquí tenemos un dicho: «A lo grande o a casa» —Silas apoyó una mano en el hombro de Zac—. Creo que debes ir a lo grande. Muy grande.

—¿En qué estás pensando? —Zac frunció el ceño.

—No es lo que yo esté pensando sino lo que deberías estar pensando tú. Nos has prometido a Laura y a mí que no vas a construir, pero ¿lo sabe ella? ¿Lo sabe el resto de la isla? Estás perdiendo la oportunidad de demostrar de una vez por todas que eres un hombre nuevo.

—Creo que te entiendo —asintió Zac.

—No, creo que no. Convoca una reunión en el ayuntamiento. Yo dejaré caer que vas a anunciar algo importante sobre el complejo turístico. La gente acudirá porque querrán hacerse oír. Confía en mí, después de veinte años como sheriff aquí, sé de lo que hablo.

—Pero no me servirá de nada si Vanessa se niega a salir de su casa —señaló él.

—Ya se encargará Laura de que esté allí. Tú limítate a pensar en cómo humillarte ante todo el mundo —concluyó Silas con una sonrisa.

Zac suspiró. Tenía la sensación de que no iba a ser uno de sus mejores momentos.

Sin embargo, si con eso lograba que Vanessa lo escuchara, se tragaría su orgullo.


—¿Te has vuelto loca? —exclamó Vanessa—. ¿Por qué iba a querer oírle hablar de sus planes?

—¡Nessa! Jamás pensé que fueras una cobarde —contestó Silas exasperado—. Todo el mundo sabe lo que ha pasado y están contigo.

—No me importa lo que piensen —susurró ella—. Ya estaba preparada para ser el objeto de sus iras cuando fui a Nueva York para darle permiso a Zac para que siguiera adelante.

—Entonces, ¿cuál es el problema? —preguntó su abuela.

—No quiero verlo. ¿Tan difícil es de entender? ¿Tenéis idea de lo que duele?

—Lo mejor que puedes hacer es aparecer por allí con la cabeza bien alta. Cuanto antes termines con todo, mejor. Es como una tirita, lo mejor es arrancarla de golpe.

—De acuerdo —Vanessa suspiró—. Iré. ¿Me dejareis así en paz para que yo me ocupe de esto a mi manera? Sé que se preocupan, pero esto no es fácil para mí.

—Creo que todo irá mucho mejor después de hoy —Mamaw la abrazó—. Ya lo verás.

Vanessa no estaba tan segura, pero permitió que la arrastraran hasta el ayuntamiento y, cuando Silas la llevó directamente a la primera fila, tuvo que hacer un verdadero esfuerzo por no salir corriendo.