viernes, 24 de febrero de 2012

Capitulo 6

 —Hola, princesa —la saludó y enseguida la tomó en brazos.   
El corazón de Vanessa se llenó de luz. No esperaba volver a verlo tan pronto, creía que tendría tiempo de dejar de echarlo de menos antes de volver a encontrarse frente a él. El caso era que, solo con tenerlo allí, no le daba la impresión de tener tanto trabajo como un rato antes.
—¿Y qué haces por tierras tan alejadas? —le preguntó sin poder impedir que una enorme sonrisa se dibujara en sus labios.
—Quería ver si necesitabas ayuda —respondió acunando con maestría a Emily entre sus brazos—. Y parece que sí.
—No te preocupes. No tardaré nada en poner este sitio a punto.
—He oído que el hotel está al completo por la tormenta.
Aquello sonaba aún peor viniendo de su boca.
—Lo sé, pero he comprado el periódico y espero tener una habitación para alquilar antes de que acabe el día.
—¿Es que no te han enseñado que no se debe esperar nada?
—¿Ese estupendo consejo es todo lo que me vas a ofrecer como ayuda?
—No, también te ofrezco esto —le dijo tendiéndole unas llaves.
—¿Qué es eso?
—La habitación que necesitas —Vanessa lo miró en silencio—. Necesitas un sitio donde quedarte hasta que arregles esto, ¿verdad?
—Sí —admitió Vanessa muy a su pesar porque sabía dónde iba a desembocar esa conversación.
—¿Por qué no vuelves a casa hasta que eso ocurra?
Vanessa se acercó a él y le quitó a la niña de los brazos. Era el instinto de protección, no quería que su hija se encariñara con él porque sabía perfectamente cuánto se sufría al perderlo.
—No, no podemos.
—¿Por qué no? Es un sitio acogedor.
Demasiado acogedor, ese era el problema. No podía volver a convivir con él porque empezaría otra vez a desear cosas que jamás tendría.
—Vamos, Nessa. No creo que sea tan grave tener que pasar unos cuantos días más conmigo.
Seguramente no lo fuera para alguien con el corazón tan cerrado como una ostra. Sin embargo, tenía que admitir, al menos ante sí misma, que no tenía otra alternativa. No podía llamar a sus amigos y en el hotel no iba a surgir otra habitación por arte de magia.
—Te agradezco la oferta, Zac, pero no entiendo por qué lo haces. Dejaste muy claro que allí estorbábamos.
—¿Por qué dices eso? —le preguntó ofendido.
—Te has pasado los días escondiéndote, encerrándote a trabajar y saliendo sólo para darme las gracias por la comida.
—Tengo mucho trabajo —afirmó de manera distante—. Eso es lo más importante para mí.
—¿Ah, sí?
—¿Qué estás intentando decirme?
Vanessa soltó un resoplido.
—Es que últimamente me ha dado la sensación de que había otra cosa a la que le dabas mucha importancia. Me refiero a esa deuda que crees tener conmigo —lo miró a los ojos y le dijo lo que llevaba pensando desde el beso—. Bueno, pues ya has saldado esa deuda. Ya no tienes que hacer nada más por nosotras.
—Solo hago lo que creo que está bien —replicó encogiéndose de hombros—. ¿Y no crees que tú deberías hacer lo que fuera mejor para Emily?
Vanessa clavó los ojos en él con gesto de indignación.
—Siempre haré lo que sea mejor para mi hija.
—Me alegro de oír eso —asintió como si con su rabia acabara de obtener lo que estaba buscando—. Mañana te mandaré a mi ama de llaves para que te ayude a limpiar todo esto.
—No es necesario. Yo puedo perfectamente...
—Se llama Sara y es estupenda. He llevado tu coche al taller, así que mientras lo arreglan, puedes utilizar alguno de los míos. Y yo cuidaré a Emily cuando tú estés limpiando.
Aquel pequeño discurso la dejó boquiabierta.
—Zac, tú tienes mucho trabajo...
—Emily no da ningún problema.
Estuvo a punto de volver a protestar, pero se dio cuenta de que no merecía la pena. Zac estaba siendo amable con ella, se estaba comportando como un amigo y Emily y ella necesitaban su ayuda. No podía dejar que su orgullo perjudicara a su hija. Por ella sacrificaría cualquier cosa, incluyendo su corazón.
—¿De acuerdo?
Vanessa asintió lentamente.
—De acuerdo.
—Tengo el coche fuera... Con una silla para bebés.
—¿Y de dónde la has sacado?
—He hecho una paradita en casa de Thomas, que me ha dejado una en préstamo. Dice que podemos quedárnosla todo el tiempo que sea necesario.
«¿Podemos?» El mero hecho de oírlo utilizar el plural hizo que a Vanessa le flaquearan las piernas, pero no iba a dejar que su cuerpo confundiera el mensaje de sus palabras. Tenía que tener muy claro sus intenciones, o más bien la falta de intenciones; si no, no podría soportar todo aquello.
—Estabas seguro de que diría que sí, ¿verdad?
—Sabía que harías caso a tu sentido común.
—Es que resulta difícil llevarte la contraria.
—Estupendo, porque ahora nos vamos a ir los tres de compras a buscar algunas cosas que necesitan.
 —Eso no lo puedo aceptar —dijo Vanessa con la mirada fija en la pila de cosas que Zac había ido poniendo sobre el mostrador de la tienda. Había ropa, juguetes, sábanas y cualquier accesorio necesario en los primeros meses de vida de un bebé—. Ya nos has hecho demasiados favores: tu casa, tu coche, la ayuda de tu ama de llaves. Esto se lo compro yo a Emily.
—No se trata de ningún favor, es un regalo.
—¿Un regalo?
—Por supuesto, hoy cumple una semana.
No iba a dejarla ganar. Tenía muchísimo dinero y nada en lo que gastarlo. Además, aquella era la primera vez que disfrutaba realmente comprando algo.
—Es de mala educación rechazar un regalo, y tú no quieres comportarte como una maleducada, ¿verdad?
—Claro que no, pero.
—Estupendo, porque estaba empezando a sentirme ofendido —se tocó el pecho en el lugar donde se suponía que tenía el corazón—. He llegado a tener la sensación de que no me creías lo bastante bueno para hacerle un regalo a Emily.
Ante eso, Vanessa se echó a reír.
—Serías capaz de venderle hielo a un esquimal, ¿a que sí?
—Es posible.
—¿Está todo a tu gusto, Vanessa? —era Molly Homney, la propietaria de la tienda, que los miraba sin ocultar su curiosidad. Zac estaba acostumbrado a que la gente de Fielding lo mirara de ese modo las pocas veces que se acercaba a la ciudad, pero él ni siquiera fingía ser amable. Al fin y al cabo, eran las mismas personas que habían sido crueles con él unos años antes, y eso incluía a Molly Homney. Pero claro, esa mujer había sido amiga de Nessa en otro tiempo, por ella trataría de ser agradable.
—Creo que tenemos más que suficiente —respondió Nessa sin dejar de reír.
—¿Te he dicho ya cuánto me alegro de verte?
—Sí, pero no me importa oírlo otra vez.
—Te hemos echado mucho de menos. Las chicas se pondrán muy contentas cuando sepan que estás aquí con la pequeña Emily. Eres muy afortunada, Vanessa.Herb y yo llevamos intentándolo un montón de tiempo y no hay manera, no conseguimos tener hijos.
—Ya llegará —aseguró Nessa—. Cuando menos lo esperes.
Molly se apoyó en el mostrador y le dijo susurrando:
—Sí, además intentarlo también es divertido, ¿no crees?
La mirada de Nessa se dirigió de manera inconsciente a Zac y luego a Emily.
—Claro —dijo por fin sin demasiada convicción.
Zac estaba seguro de que a Molly no se le había escapado esa mirada, y pronto lo sabría todo la ciudad. De hecho, la mayoría de la gente ya se había enterado de que él la había ayudado a dar a luz y eso no le hacía ninguna gracia, porque era consciente de que la noticia de que había algún tipo de relación sentimental entre ellos no haría más que perjudicar la reputación de Nessa. Por eso decidió sacar la tarjeta de crédito y montar una pequeña pantomima.
—Como te has dejado la tarjeta, déjame que pague yo esto y ya me lo darás después.
Nessa se quedó mirándolo con los ojos abiertos de par en par, y estaba a punto de decir algo cuando Molly se dio la vuelta y Zac pudo decirle en voz muy baja:
—Puedes pagármelo en pastelitos, todas las mañanas.
Al acercarse a ella sintió un escalofrío. Qué bien olía.
—¿Has arreglado ya el apartamento? —le preguntó Molly mientras metía las cosas en bolsas—. ¿Necesitas un sitio donde quedarte?
—No, estoy en casa de una amiga.
Nessa respondió sin titubear un segundo, estaba claro que también ella tenía buenos reflejos para esas cosas.
—¿Con Connie? —insistió la dependienta.
—No.
—¿Wendy entonces?
—No.
Molly miró a Zac y decidió que lo mejor era seguir empaquetando las cosas. Claro que Nessa era lo bastante lista para darse cuenta de que la otra mujer sabía perfectamente quién era esa «amiga». Solo una cosa seguía siendo igual en ella, seguía siendo una persona orgullosa y con principios y no pensaba poner a Zac en un compromiso.
—Bueno, llámame algún día y nos reuniremos todas.
Nessa le dio las gracias y salió de la tienda con su hija en brazos.
—¿Con que con una amiga? —bromeó Zac al tiempo que le abría la puerta del coche—. Creo que sabe muy bien en casa de quién estás.
—En realidad casi no he mentido —después de poner a Emily en su sitio, miró a Zac a los ojos—. Estoy en casa de un amigo, ¿no?
El tiempo se detuvo a su alrededor y ninguno de los dos se dio cuenta. Nessa se quedó esperando la respuesta a una pregunta muy sencilla, pero cada vez era más obvio que nada era sencillo entre ellos dos.
—Vámonos a casa —murmuró él repentinamente irritado.
Ella continuó mirándolo unos segundos antes de entrar al coche.
¿Qué estaba pasando?
Zac no lo sabía. Tenía la mandíbula apretada mientras metía las últimas cosas en el maletero y finalmente se ponía al volante. No tenía la menor idea.

3 comentarios:

  1. se enojo x k le dijo amigo ahhhh
    sigula m encanta

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  2. ke pesado zac ¬¬
    primero no las kieres en tu casa
    aora si
    primero kieres ser amigo de ness
    aora no
    en ke kedamos!
    hombres! ¬¬
    buenos siguela ke esta super interesante!
    me encanto el capi
    y kiero ver ke pasa con estos dos
    a ver si se ponen de acuerdo en algo XD
    bye!
    kisses!

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  3. Está muy bien tu novela, siguela pronto
    por cierto pasate por las mias y comenta.
    un besito

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