martes, 1 de mayo de 2012

Capitulo 9

El sol de la tarde inundaba la habitación con su luz amarilla. Zac tenía la mirada fija en la pantalla del ordenador y los dedos en el teclado.
Nada.
Era la primera vez que le ocurría algo así. Normalmente las palabras fluían como un torrente cuando tenía que explicar un proyecto. Sin embargo ese día estaba completamente bloqueado.

Entonces oyó el llanto de Emily a través del intercomunicador que descansaba al lado del teclado, pero lo que le sorprendió fue escuchar la voz de Nessa intentando tranquilizar a la pequeña. Su primer impulso fue ponerse en pie e ir a verlas, pero le detuvo el sentido común que le decía que aquello no era lo más adecuado. Después de dos semanas durmiendo en la misma cama y cenando juntos, habían creado una rutina demasiado peligrosa.
No importaba lo a gusto que estaba cuando se tumbaba a su lado y percibía su olor y su calor, o las ganas que tenía de acercarse aún más y volver a probar el sabor de su boca. El caso era que ellos tres no eran una familia. Emily y Nessa eran solo dos personas a las que había jurado proteger. Y eso incluía protegerlas de sí mismo.

Pronto acabaría todo aquello porque, según le había contado Nessa el apartamento y la pastelería estaban casi a punto, lo que significaba que no tardarían en marcharse.
El ruido del ascensor lo sacó de sus pensamientos. Nessa acostumbraba a subir libremente y sin aviso; muy a su pesar, Zac esperaba aquellas visitas sorpresa con auténtica impaciencia, aunque jamás podría decirle tal cosa. Pero lo que vio al abrirse la puerta del ascensor no fue una bella morena de ojos café.


—Hola, Zac.
—¿Qué haces aquí, Thomas?
—¿Este es tu despacho? —preguntó el doctor Pinta muerto de curiosidad.
—Sí —respondió Zac secamente—. ¿Cómo has subido hasta aquí?
—Vanessa me acompañó hasta el ascensor.
—Claro —dijo en una especie de gruñido—. Esa mujer ha invadido mi vida —y él estaba encantado, pero no podía contarle a nadie tan triste verdad.
Thomas se sentó en el sillón que había frente a Zac y lo miró con una sonrisita traviesa.
—Siempre puedes pedirle que se vaya.
—Su apartamento todavía no está preparado.
—¿Y tú estarás preparado para dejarlas marchar cuando lo esté?
—Por supuesto —respondió con demasiada vehemencia—. Esto de dejarlas quedarse aquí no ha sido más que... —hizo una pausa buscando la palabra.
—¿Qué? ¿Una buena acción? —sugirió el doctor en tono provocador.
—Algo así.
Pinta asintió sin convicción.
—Entonces, ¿qué vas a hacer en Acción de Gracias?
—Lo mismo que todos los años.
—¿Encerrarte en casa?
—Trabajar.
Thomas se echó a reír.
—Claro.
—Normalmente trabajo hasta media noche, Pero...
—¿Este año a lo mejor lo dejas a media tarde?
—Iba a decir que a lo mejor descanso un par de horas. Puede que cene con Nessa y...
—Vanessa y Emily van a venir a cenar a mi casa.
—¿Ah sí? —dijo Zac después de una pausa durante la que no pudo ocultar el efecto que le había causado la noticia. Además se dio cuenta de que había sido un tonto por dar por sentado que Nessa se quedaría allí con él al día siguiente. Pero, ¿qué podía hacer? Tendría que seguir repitiendo su último mantra: «son solo mis invitadas y pronto se marcharán». Así que no era cosa suya dónde y con quién pasaran el día de Acción de Gracias.
—Así que si puedes apartarte del trabajo por un día, te esperamos en casa. No va a ser una gran cosa, solo la familia.
Aunque siempre se había llevado bien con Thomas su relación no había pasado de la cordialidad, nunca había entrado en el terreno de la verdadera amistad. Y no era porque el doctor y su esposa no lo hubieran invitado a su casa multitud de veces, el caso era que Zac no estaba dispuesto a participar en ninguna celebración familiar.
—Gracias por la invitación, pero no creo que pueda.
—Bueno, por si cambias de opinión...
—No, no lo haré.
Thomas asintió y, dándose media vuelta, se dirigió de nuevo hacia el ascensor.
—A mí me encanta el día de Acción de Gracias, nos recuerda que todos en este mundo tenemos cosas que agradecer, ¿no crees?
El ascensor se cerró al terminar de decir esas palabras, pero Zac se quedó mirando la puerta que lo había aislado del resto del mundo, hasta la llegada de Nessa.
Con un suspiro volvió a centrarse en el trabajo. Trabajo, eso era lo que tenía que agradecer y no necesitaba ningún día para recordarlo.

—Tienes que pelarlas, Zac —le pidió Vanessa sin dejar de reír y sacando de un cajón el pelador. Era curioso pero ella parecía conocer los entresijos de aquella cocina mucho mejor que su propietario.
—No sé qué hago ayudándote a preparar un postre que ni siquiera voy a comer —protestó él mientras pelaba las manzanas.
—Yo tampoco lo sé —respondió alegremente—. ¿Por qué no te vas a trabajar?
—Estoy ideando un proyecto, así que en realidad ahora mismo estoy trabajando.
Así eran ellos. Uno excesivamente gruñón y la otra excesivamente alegre. Vanessa pensaba que eran complementarios y se ayudaban el uno al otro a encontrar el equilibrio. Durante el día ambos trabajaban y cuidaban de Emily, y por las noches Zac le leía una historia a Emily hasta que se quedaba dormida mientras Vanessa preparaba la cena. Seguían durmiendo juntos y, aunque intentaban no rozarse, todas las mañanas amanecían acurrucados el uno al otro.

Vanessa intentó, mediante una conversación sin importancia, deshacerse del acaloramiento que le provocaba imaginárselo en la cama junto a ella:
—¿Por qué no quieres venir esta noche a la cena de Acción de Gracias? Y no me digas que es por el trabajo.
—Pero es que sí es por el trabajo.
—Vamos, hoy todo el mundo está de vacaciones.
—Yo no creo en las vacaciones.
—¿Qué quieres decir con que no crees en las vacaciones? Tú celebraste la Navidad con papá y conmigo.
—Solo dispongo de dos semanas para entregar el proyecto —dijo cambiando de estrategia y sin levantar la vista de las manzanas—. No me puedo permitir perder más noches.
En realidad no engañaba a nadie con esa excusa tan pobre. Todas las noches que había cenado con ella no habían ido en detrimento de su trabajo.
—A lo mejor yo puedo ayudarte.
—¿Cómo ibas tú a ayudarme?
Vaya. Esa sí era una pregunta a la que le gustaría responder sinceramente, pero era mejor ir— paso a paso.
—¿Si yo te ayudo a solucionar los problemas que estás teniendo con ese software, vendrás con nosotras a la cena en casa de los Pinta?
Zac arqueó las cejas sin saber qué decir.
—Vamos, dame al menos una oportunidad —insistió ella—. Yo tengo magníficas ideas.
No la sorprendía lo más mínimo haberlo dejado sin palabras, de hecho lo que la sorprendió fue que se pusiera a darle explicaciones:
—Veras, el software que he creado está destinado a poder controlar las funciones domésticas a través de Internet. En mi propuesta se incluía el poder subir y bajar el termostato, activar la alarma o regar las plantas y el jardín.
—Parece una idea estupenda —opinó Vanessa mientras ponía las manzanas ya troceadas sobre la crema del pastel.
—A mí no me parece suficiente. Quiero añadir algo que permita que los padres pasen más tiempo con sus hijos. No sé, todo el mundo está tan ocupado, especialmente las madres, que pensé que si se pudiera hacer más rápido las cosas básicas, como preparar el baño o cosas así, luego se podría pasar más tiempo bañando al niño, que es lo realmente importante.
—Sin duda.
—Pero necesito más ideas.
—Entiendo —su mente se puso a trabajar mientras engrasaba el molde para el pastel y después lo llenaba con la crema de manzana—. Lo que es seguro es que yo puedo darte el punto de vista de una madre. A ver... ¿qué te parece un dispositivo que nos permitiera empezar a calentar el biberón antes de llegar a casa? O una especie de inventario que controlara el número de pañales que se utiliza y qué cosas hay que comprar, como una lista de la compra online —Vanessa estaba entusiasmada con todo lo que se le estaba ocurriendo, tanto que tardó en volver a mirar a Zac.
Él no dijo nada durante varios segundos, simplemente la miró, lo que hizo que Vanessa empezara a preguntarse si lo que había sugerido era una tontería. Pero entonces se acercó más a ella, puso una mano a cada lado, dejándola acorralada contra la encimera y entonces ya rió pudo pensar más.
—¿Alguna vez te han dicho lo inteligente que eres? —le preguntó con un susurro sin dejar de mirarla a los ojos.
Se sentía completamente atrapada por el hombre más sexy que había conocido en toda su vida.
—Solo un par de veces.
Sus ojos se centraron ahora en su boca.
—¿Y también te han dicho lo guapa que eres?
Vanessa tragó saliva, pero no consiguió que le saliera la voz. Quería besarlo. Solo una vez, después se marcharía feliz. Pero, ¿a quién quería engañar? Un beso nunca le parecería suficiente. Aunque al menos sería un comienzo.
Zac pareció tomarse su silencio como un rechazo.
—Lo siento.
—¿Qué es lo que sientes? —intentó que su voz pareciera relajada—. ¿Decirme cosas agradables?
Zac tenía los ojos cerrados y el rostro en tensión.
—Es que te habrá parecido que estaba intentando ligar contigo.
—¿Y tú jamás intentarías algo así?
—Escucha, Nessa tú mereces mucho más que...
Vanessa lo detuvo levantando una mano.
—Tengo muchas cosas que hacer, Zac —no tenía el menor interés en oír sus excusas para no tocarla, le daba igual lo nobles o sensatas que estas fueran. Después del desastre de matrimonio que había tenido, solo quería algo de verdad. Quería un hombre que la deseara y que no tuviera miedo de admitirlo—. Si me perdonas —añadió separándose de él.
—Está bien. Me voy —contestó con tristeza—. Pero te veré luego.

Sí, la vería después en la cama, se tumbaría a su lado sólo con la intención de protegerla mientras hacía que las hormonas la martirizaran y que su cuerpo entero se muriera de deseo por algo que no podía tener.

Tenía que marcharse de allí cuanto antes, porque lo que había empezado como una fantasía se estaba convirtiendo en una verdadera tortura.
Zac se quedó unos minutos a la puerta de casa de los Pinta con unas flores en una mano y una botella de la sidra que tanto le gustaba a Nessa en la otra. Sara le había preparado un pavo relleno antes de marcharse a celebrarlo con su familia, pero él lo había metido en el frigorífico y se había ido de casa.
Había intentado convencerse a sí mismo de que estaba allí porque se lo debía a Nessa las ideas que le había dado con tanta facilidad tenían tanta fuerza que iban a hacer de su proyecto un auténtico éxito. Sin embargo, había una vocecilla dentro de él que le decía algo muy diferente: ya no podía seguir comiendo solo, o más bien era que ya no podía comer sin ella. En cualquier caso, estaba claro que estaba metido en un lío.
Al abrirse la puerta, se encontró con Thomas al otro lado.
—Has venido —le dijo con una enorme sonrisa.
—No me lo restriegues —gruñó Zac.
El doctor Pinta no dejó de reír mientras acompañaba a su invitado al interior de la casa. La primera parada fue la cocina, donde pudo darle las flores a Ruth y conocer a Kyle, su hijo pequeño. Zac les dio las gracias por invitarlo y prosiguió su camino hacia el cuarto de estar. Allí estaba Nessa, más bella que nunca con el pelo suelto y ligeramente maquillada, hablando con Derek, el otro hijo de los Pinta. Ambos muchachos habían sido buenos atletas durante el instituto y no se habían dedicado a meterse con Zac como el resto.
Derek llevaba varios años trabajando como abogado en Minneapolis y desde luego tenía aspecto de dedicarse a lo que se dedicaba: traje informal pero carísimo. Zac comprobó con cierta rabia que tenía en brazos a la pequeña Emily, que no dejaba de gimotear. Además, los dos adultos parecían estar muy a gusto juntos. Sabía que cabía la posibilidad de que algún día Nessa encontrara a otro hombre y que este acabara convirtiéndose en padre de Emily, pero desde luego ese día todavía no había llegado. Mientras siguieran viviendo en su casa, él no permitiría que eso sucediera.
—¡Qué sorpresa! —exclamó Nessa al tiempo que Derek y ella se ponían en pie para saludarlo.
—Teníamos un trato, ¿no? —contestó Zac sin poder dejar de mirarla. Solo había pasado un mes y ya había recuperado su figura por completo. ¿Acaso no podía haber tenido un poco de compasión con él?
—No estaba del todo segura.
La niña continuaba gimoteando y, cuando pasó a brazos de su madre, los gimoteos se convirtieron en un llanto desesperado.
—Déjame a mí —le pidió Zac.
La niña permaneció en sus brazos satisfecha a lo largo de toda la cena. De vez en cuando Nessa se ofreció a relevarle pero su excusa fue siempre la misma: Emily estaba muy a gusto donde estaba.
Nadie hizo el menor comentario sobre la sorprendente aparición de Zac en una reunión social, y él se sintió como si fuera algo que hiciera todos los días. Odiaba admitirlo, pero lo cierto era que se trataba de una gente estupenda sin intenciones ocultas. Durante la cena charlaron de todo tipo de ternas e incluso contaron chistes. Pero con el postre llegó el cinismo de Zac.

—Antes de probar el delicioso pastel de Nessa —comenzó a decir el anfitrión—, cada uno tiene que decir por qué está agradecido. Es la tradición —añadió como explicación para Zac.
—Por mi salud —comenzó Ruth.
—Yo estoy enormemente agradecida por mi hija —continuó diciendo Nessa.
—Por el relleno de cebolla y salvia que le ha puesto mamá al pavo —dijo el pequeño de los Pinta.
—Por que esten aquí todos ustedes —afirmó Thomas mirando a todos y cada uno de los reunidos.
—Por las demandas colectivas —dijo Derek sin inmutarse.
Todos estallaron en una gran carcajada durante la cual Zac deseó con todas sus fuerzas que se hubieran olvidado de él, pero de pronto se dio cuenta de que las miradas estaban fijas en él.
—Vamos, muchacho —le pidió Thomas todavía riendo—. Date prisa, que me muero de ganas de probar este pastel.
En los últimos quince años, siempre había sabido dar la respuesta más inteligente hasta a las preguntas más comprometedoras, pero delante de esas personas le resultaba muy difícil mentir.
—Si no les importa, preferiría no contestar —nadie dijo nada, simplemente lo observaron mientras que él le lanzaba a Nessa una mirada que era una petición de auxilio.
—Está bien —dijo ella por fin—. Pero el año que viene tendrás que darnos una respuesta.
Todos quedaron satisfechos y se dispusieron a disfrutar del postre, todos menos Zac, que no podía dejar de mirar a su ángel de la guarda. Lo había vuelto a hacer, había vuelto a salvarlo sin el menor esfuerzo aparente. Fue entonces cuando se dio cuenta de que jamás podría pagarle todo lo que había hecho por él. Era una deuda que nunca podría saldar.

Cuando hubo dado de mamar y acostado a Emily, Vanessa agarró el intercomunicador y se dirigió hacia el ascensor por el que había subido Zac hacía unas horas, nada más llegar de la cena. Había sido una sorpresa muy agradable verlo aparecer en casa de los Pinta, pero sobre todo se había alegrado de que diera un paso más en su vida.
Eso hacía que lo que iba a decirle resultara un poco más fácil. Pero solo un poco.
Oyó la música ya antes de que se abriera la puerta del ascensor. Ante sus ojos se encontró a Zac ataviado sólo con un pantalón de deporte, tumbado en un banco de ejercicios y levantando pesas.
—¿Quieres público? —le dijo acertándose hasta él.
—No, no eso precisamente lo que quiero —respondió sin dejar de subir y bajar las enormes pesas.
Vanessa notó cómo todo su cuerpo se acaloraba por efecto de sus palabras. No podía dejar de observarlo: abdominales marcados, brazos fuertes y el sudor recorriéndole la piel. Como no podía dar rienda suelta al deseo que sentía en aquel momento, pensó que lo mejor era decirle lo que había ido a decir.
—Pues tú te lo pierdes, Efron. Esta es la última noche que vas a poder tenerme como público.
—¿Tú última noche? —repitió él dejando las pesas en su sitio e incorporándose para hablar con ella.
—Sí. Emily y yo nos iremos mañana.
—¿Ya está listo el apartamento? —le dio la sensación de que le temblaba ligeramente la voz.
—En realidad está listo desde hace ya unos días, pero...
Zac se puso en pie y se limpió el sudor de la cara y del pecho con una toalla.
—¿Pero qué?
Vanessa siguió el movimiento de la toalla con ojos envidiosos. No volvería a tener oportunidad de mirarlo tan libremente. No había ningún motivo para decirle que se había quedado más de lo necesario solo por estar con él un poco más. Tenía que dejar de perder el tiempo y buscar un amor de verdad.
—Bueno, creo que me voy a la cama —dijo cambiando de tema con tristeza en la voz—. Estoy muy cansada.
—Yo también, Nessa... Estoy realmente cansado —contestó él con tal expresión en los ojos que ella no pudo hacer otra cosa que seguir mirándolo.
—Será por las pesas.
—No, no es por eso.
—Habrá sido la cena entonces.
—Estoy cansado de fingir que no te deseo —admitió agarrándola del brazo y acercándola a él—. Nessa...
—¿Qué? —su voz estaba cargada de deseo y ansiedad. Estaba siendo tan injusto. ¿No se daba cuenta de lo débil que era ante él? ¿De lo fácil que le resultaría hacerle daño?
Tenía el rostro demasiado cerca de ella, su mirada era demasiado profunda. Nessa aguantó la respiración mientras notaba cómo el calor procedente de su pecho le traspasaba la ropa.
—Estoy agradecido por ese día de octubre en el que una tormenta de nieve se hizo interminable —afirmó acercándose a ella y besándole la boca suavemente—. Estoy agradecido porque me dejaras traer a Emily al mundo —sus ojos no se apartaban de los de ella, pero sus dedos se fueron deslizando por el cuello hasta llegar a los botones de la blusa, que empezó a desabrochar uno a uno.

Vanessa sintió un escalofrío tan intenso como una descarga eléctrica.
—Estoy agradecido porque volvieras a mi casa una segunda vez —le quitó la camisa del todo y la tiró al suelo—. Y estoy agradecido porque hayas subido aquí esta noche y no te hayas alejado de mí.
¿Estaba hablando en serio?
—Nunca me alejaría de ti, Zac —dijo ella por fin—. Jamás.
Con un suave movimiento la despojó del sujetador.
—Me estabas volviendo loco, Ness.
—Por fin —susurró ella al tiempo que lo rodeaba con los brazos y hacía que su boca bajara hasta sus pechos.
Era lo más dulce que había sentido jamás. Mucho más intenso de lo que podría haber imaginado o soñado. Su lengua se movía con suavidad por su pezón endurecido por la excitación.
—Nessa... dime que esto está bien.
Estaba más que bien. Seguramente estaba loca por abandonarse a un hombre que jamás podría amarla, pero en aquel momento nada le importaba.
—Está muy bien, Zac.
Sus ojos se llenaron de pasión mientras le desabrochaba la falda y pedía que las luces se suavizaran.

5 comentarios:

  1. OMG
    Awwwwwwwwwwwww
    Zac fue a la cena
    wiiii
    y ahora van a estar...
    siguela
    esta super
    muero por ver el otro capi
    :D

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  2. aaaaaaaawwwwwwwww!!!!
    por fin!!
    ya era hora efron!!!
    a ness solo le faltaba colgarse un cartel luminoso en el ke pusiera: poseeme
    XD XD XD
    bueno, pero seguro ke despues de la noche de pasion ke pasan juntos, pasa algo
    siempre pasa algo XD
    publica pronto y nos enteramos ke es!
    bye!
    kisses!

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  3. ya era hora!!!!!!!!!!!! por dios ya se habian tardado ambos!!, owws le hubiera desgarrado la ropa e_e' oknot hahahahaa owws me encanto el capitulo, siguela :D no me dejes con la intriga de más caps

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  4. NOOOOOOOOOOOOOOOOOOOO!!

    COMO SE TE OCURRE DEJARLA ASI!!!

    QUERIA LEER MAS!!! JAJAJAJAJAJA

    BUENO ME ENCANTO, AL FIN SE DIJIERON TODO LO QUE

    SE DESEABAN...AHORA VIENE UNA NOCHE DE PASION JAJAJAJA


    SIGUELA PRONTO :D

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  5. aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!! POR FIN !!!
    DIOS POR FIN!! XD! :) awwwwwwwwwwww hermossos!! :)<3
    tu novela es hermosisisisma siguela!! :D


    AL FIIIIIIIIIN!

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